Desde mi experiencia, una de las cuestiones más importantes al afrontar un divorcio con hijos es intentar alejar a éstos de los enfrentamientos y conflictos existentes entre progenitores, ya sea por cuestiones personales – puesto que es habitual, que ambos quieran la guarda y custodia – o por cuestiones económicas.A los niños se les debe intentar dejar al margen de este tipo de conflictos, así como velar por sus principales intereses. En muchas ocasiones, lamentablemente los progenitores acaban utilizando a los menores como parte de la batalla judicial, sin darse cuenta de que los verdaderos perjudicados terminan siendo ellos. Lo que puede generar que los menores acaben haciendo suyos, conflictos que no les incumben.
Entre los consejos y pautas que se pueden dar, lo más importante, es intentar evitar dar mensajes negativos sobre el otro progenitor; pues dichas actitudes nocivas, no solamente son un foco de malestar emocional, sino que pueden generar conflictos de lealtades en los niños.
Este tipo de manipulaciones en los menores pueden provocar que todas las disputas entre los progenitores desemboquen en un largo procedimiento judicial, ya que una vez se meten a los menores de por medio, es muy difícil, por no decir imposible, que los progenitores sean capaces de llegar a un acuerdo, incluso en temas tan sencillos como cambiar un día intersemanal, un viaje, etc.; lo que provoca continuas demandas tanto de modificación como de ejecución de las medidas acordadas en su momento, mediante sentencia judicial o convenio de mutuo acuerdo.
En estos casos, el proceso más habitual, es la demanda de ejecución del régimen de visitas o estancias ante la negativa de uno de los progenitores a que el otro pueda disfrutar de los niños, lo que a lo largo de los años, se traduce en la propia negativa de los niños a ver al padre o la madre – derivados de una manipulación paterna o materna –.
Estas guerras judiciales se podrían evitar si desde el primer momento, el divorcio se afrontara desde una perspectiva basada en el bien supremo del menor, manteniéndoles al margen de los conflictos personales de los padres.
Por ello, en un divorcio con hijos hay que tratar de mantener una relación cordial y una colaboración aunque sea mínima, y así evitar muchos disgustos y conflictos judiciales. De lo contrario, los grandes perdedores serán los propios niños.