Divorciarse nunca es una decisión fácil y conlleva grandes cambios, tanto en la situación personal como patrimonial de los cónyuges. Si además éstos tienen hijos, el divorcio se convierte en algo aún más doloroso y complicado.
Cuando se está valorando tomar una decisión como esta, una primera opción es considerar si existe alguna posibilidad de reconducir la relación mediante una terapia de pareja. Desde mi experiencia, esto es posible en más casos de los que parece.
En caso de que no resulte viable continuar con la relación, el siguiente paso es ponerse en contacto con un abogado o un mediador, con el fin obtener la máxima información sobre la situación legal en la que uno se encuentra y se va a encontrar en un futuro.
En este sentido, se debe tener en cuenta que se pasará de un único domicilio, donde convivía la familia, a dos domicilios -ya se ejerza una custodia exclusiva o una compartida– y que esto supondrá duplicar los gastos.
El abogado y el mediador son profesionales que, conociendo las circunstancias familiares, pueden ayudar en la adopción de medidas relacionadas con los hijos o con las cuestiones patrimoniales. Pero para que esto sea posible, es muy importante tener claro quién cuida a los niños y quién va a continuar con su cuidado, además de saber cuáles son los gastos familiares, para evitar que por cuestiones económicas no sea posible alcanzar acuerdos.
Estos acuerdos deben enfocarse siempre en beneficio de los niños, haciendo que tanto el proceso de divorcio como las relaciones entre los progenitores sean lo menos traumáticas y lo más cordiales posibles.