En este artículo pretendemos esclarecer cuáles deben ser los requisitos clave a tener en cuenta a la hora de buscar un buen abogado matrimonialista que pueda acompañarte en el complicado proceso de un divorcio.
Cuando se produce una crisis matrimonial, el primer lugar de búsqueda para conocer los derechos y obligaciones es Internet y especialmente Google. Se trata de conocer más sobre cómo afecta el divorcio, si es de mutuo acuerdo o es contencioso; qué medidas puede adoptar un juez y, fundamentalmente, en qué situación nos encontraremos. Aparecerán muchas páginas, desde despachos privados hasta organismos públicos en las que se intenta dar una respuesta a ese tipo de cuestiones, desde las más básicas a las más enmarañadas.
En Google, los términos para hacer búsquedas suelen ser “como encontrar a un buen abogado de familia”, “cómo encontrar el mejor abogado de familia de la provincia de…”. Haciendo este tipo de búsquedas nos encontramos con despachos que sobresalen en Google, unos por el pago de un canon, otras firmas aparecen muy recomendados en foros y en blogs; y otros despachos que aparecen tienen unas páginas atractivas y que llaman poderosamente la atención por la información que ofrecen.
Conforme a mi experiencia, los dos requisitos principales que debe tener un buen abogado de familia son: estar muy especializado en esta área del derecho, y tener mucho sentido común. Lógicamente existen, además, otras cuestiones a valorar que indican que se trata de un buen abogado de familia, como son la flexibilidad, la atención que presta a su cliente, su experiencia y la buena práctica en los tribunales.
El sentido común, además de ser un requisito básico para cualquier profesión, como para cualquier especialización de la abogacía, resulta aún más fundamental en las situaciones de crisis matrimonial; y ello porque muchos pleitos podrían evitarse y muchos acuerdos podrían alcanzarse si los propios abogados aplicáramos algo más de sentido común; ello unido, por supuesto, a conocimientos amplios y verdaderos de la materia.
Desde mis años de práctica como abogada de familia puedo afirmar que formar parte de un gran despacho o de un despacho muy reconocido no significa ser el “mejor abogado”. A veces sucede muy al contrario ya que existen ente podría dar nombres de abogados “prestigiosos” cuya actuación con el cliente y en tribunales resulta sencillamente vergonzosa. Eso sí, sus honorarios parece que justifican una gran labor profesional, cuando lo único que hacen es enmarañar y aumentar la conflictividad entre las partes, sin resolver absolutamente nada. Ni qué decir tiene que también hay excelentes abogados de familia que son titulares de grandes despachos, al igual que estupendos abogados de familia que ejercen por su cuenta, cuyo conocimiento de la materia es impecable, y que además poseen ese sentido común tan necesario.
El mejor abogado de familia es aquel que, aplicando el sentido común y sus amplios conocimientos, intenta resolver inicialmente la situación siempre mediante un acuerdo. Es verdad, que el cliente es el que finalmente decide, aún en contra del consejo de su abogado, pero también es verdad que el abogado puede asesorar y decirle al cliente que se está equivocando, y si éste aún quiere continuar, debe ayudarle lo más posible para que no acabe estrellado.
El problema aparece cuando es el cliente el que posee ese sentido común, pero el abogado parece carecer de él. Ello, unido a la falta de especialización, forma una bomba de relojería cuyo resultado será años de guerra judicial y de ingentes gastos económicos.
Con muchos años de práctica como abogada de familia recomiendo encarecidamente y como defensa de la labor profesional de los que nos dedicamos a este área del derecho que, cuando se busque a un buen abogado de familia, o se quiera al “mejor” abogado de familia, se verifique su especialización y se compruebe que tiene experiencia y mucho sentido común. Si no es así, salgan corriendo, preparen la cartera y tengan mucha paciencia para afrontar la lluvia de demandas y denuncias que vendrá por el camino.